antiguamente, la gente construía su propio alojamiento, cultivaba su propio alimento y confeccionaba su propia vestimenta. todos los conocimientos necesarios para ello se transmitían, generalmente, de generación en generación, del maestro al aprendiz.
más tarde, con la industrialización y la emigración a las ciudades, esta sabiduría popular se marginó y, ahora, gran parte de ella se ha perdido.
en los último años, los recursos se están agotando, los combustibles no alcanzan a cubrir la demanda, y los precios se disparan. la alternativa no está clara, pero resulta evidente que cuanta mayor sea nuestra capacidad de hacer por nosotros mismos, mayores serán también nuestra libertad e independencia individuales. obviamente, con esto no se trata de decir que es necesario un retorno a la habitación en cuevas y al cultivo del propio alimento; pero sí es posible un equilibrio nuevo y necesario entre lo que podemos realizar nosotros mismo con nuestras manos y lo que las máquinas deben de hacer por nosotros. debería de existir una armonía entre los conocimientos del pasado aún aprovechables y los productos e invenciones de nuestros días.

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